martes, 3 de abril de 2018

Líneas divisorias - de plumas (CO IX)

 Dos avefrías armadas Vanellus armatus nos miraban con gesto desaprobatorio desde lo alto de un gavión, pensándose tal vez si atacarnos o no para llevarse esos "gusanitos" con los que andábamos jugando. Al igual que en Grahamstown, el requisito del muestreo de echar el día como los cerdos, con la vista baja, no ayudó a que me tachase muchos bichos con alas, pero alguno sí que fue cayendo. Y me gustaron dos en concreto porque me ayudaron a completar sendas ternas de especies de sus respectivos géneros:

 Como las dos además eran aves urbanas, no me fui sin verlas; aunque tampoco os penséis que fue llegar y besar el santo. De hecho esta es la única foto "decente" de zorzal oliváceo Turdus olivaceus que pude sacar; una especie de versión coloreada de su hermano zorzal del Karoo, el de donde vivo: de cabeza más oscura y vientre más naranja. Ambos, junto con el zorzal de Kurrichane T. libonyana, se reparten el "nicho mirlo" a lo largo del país, sin apenas coincidir.

 Lo mismo que hacen el bulbul de El Cabo Pycnonotus capensis, de gracioso anillo ocular blanco, con el carinegro (de anillo rojo, el mío) y el tricolor (sin anillo). En nuestro caso estábamos además en el límite mismo entre el del Cabo y este último, que se sitúa en el río Sundays, que desemboca a mitad de la bahía de Algoas. A un lado cantaban sobre nosotros unos mientras escarbábamos, al otro lado los otros.

 Y ambos, unos y otros, exponiéndose a que se los llevase por delante algún depredador, como este jovencito y diminuto (aunque no se aprecie en la foto) gavilán chico Accipiter minullus, que en un momento dado salió de la nada para sembrar el pánico entre un montón de pequeñas avecillas y finalmente irse de vacío, no sin antes posar para mí con cara de cierto embarazo. Y la verdad es que da gusto tacharse bichos tan bien como este, con foto decente y todo...

De cualquier manera, la gracia de haber bajado hasta la costa era la de poder ver aves marinas, claro. Y no fue tan bien como esperaba y hubiera deseado, pero de lo perdido, saca lo que puedas. Así que me alegré un montón cuando, entre las numerosas gaviotas cabecigrises Larus cirrocephalus (la del ojo blanco; la caperuza gris la pierden tras la cría) descubrí algunas gaviotas plateadas surafricanas L. hartlaubii, de partes desnudas mucho más oscuras que las de su congénere; una especie endémica de la región que es además bastante escasa ya tan al este. Y algún ave marina más se dejó ver para alegrarme el día, pero ya las dejaremos para otra entrada...

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