miércoles, 4 de enero de 2017

La lancha de piedra

Junto a Pelayos de la Presa, al monasterio desamortizado de Santa María la Real de Valdeiglesias le están llegando las reformas justo a tiempo de evitar que lo que queda en pie de él se desparrame; de evitar que sus piedras vuelvan a juntarse con el granito madre que las rodea se mire donde se mire...

 Porque, si algo no escasea en buena parte de la Sierra, es el granito: el granito entre cuyas emanaciones radioactivas me crié en Galicia, el granito que ha aparecido de telón de fondo en muchas de mis aventuras naturalísticas a lo largo y ancho de España, el granito que ahora, exiliado en tierra caliza, me alegra volver a ver en todas sus distintas formas erosionadas.

 El pasado jueves 29 lo pasé con Alex y con Andrea. Sus padres de ella nos acogieron amablemente para comer en su casa y, levantados los manteles, dimos un paseo al sol de la tarde por los alrededores de Pelayos. Algún pajarete había, de los pequeños, como este pinzón vulgar Fringilla coelebs; y de los grandes, como los buitres leonados y negros que daban vueltas elevándose en el cielo por aquí y por allá, o el águila imperial que cacareaba oculta desde alguna loma.

 Pero no les presté demasiada atención, ni a ellos ni al mamífero que, de pura alegría de volver a verme, me ha dejado con pelos blancos que sacar del jersey negro seguramente hasta nuestro próximo encuentro. El jueves pasado yo sólo tenía ojos para las piedras: para las enormes lanchas, las láminas horizontales a veces tan homogéneas que parece que han pavimentando el monte...


 ... y para los bolos, piedras caballeras y demás elementos del paisaje granítico. Hay que ver, ¡que hasta a las piedras se les coja cariño...!

Pasamos, claro está, junto al pantano de San Juan, el mar de juguete donde los madrileños que no tienen más posibles pueden ir a bañarse y a navegar entre lanchas de piedra, como la de Santiago. Por Santiago pasé yo hoy, camino y vuelta del mar de verdad, de Marín, donde pasé el día alternando con mi lancha favorita (y con Raúl, su dueño). Ya mañana, cuando descargue las fotos, os comento qué tal se nos dio el día...

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