martes, 31 de enero de 2017

Cabodano

 
Fue al ver la pinza de madera asegurando el contenido de la bolsa, mientras comisqueaba en estos panes tostados, que me acordé de mi abuelo; a lo tonto hacen ya siete años de su fallecimiento. No me acordé de él, vaya, sino de un niño regordete que asaltaba de vez en cuando la alacena de casa de sus abuelos para matar el gusanillo con un par de tostadas Recondo (y luego otro par...); tostadas que merced a la magia de los aditivos y la alfa-amilasa me sabían exactamente igual que hace unas horas me supieron esos panecillos tostados de la foto, franceses de inspiración sueca...

Os diría que os acordéis de mis abuelos; os quedaría agradecido, vaya. Pero mal que bien, a ellos aún les queda una familia pecadora que les lleve flores y rece por ellos. Acordaos pues de los que mueren tan pobres (aunque fueran ricos) que ni eso les queda.

domingo, 29 de enero de 2017

Musée Archéologique

Una tarde de sábado como la de ayer, primer día en varias semanas en que tuvimos temperatura mínima positiva, primer día del año en que comí fresas (de Huelva, sintiéndome un antisistema aquí en Francia); Miguel y yo salimos a dar una vuelta y, sin haberlo planeado, acabamos por visitar el Museo Arqueológico de Dijon.

El edificio del museo es una antigua abadía benedictina aneja a la catedral de San Benigno, y contiene piezas sobre todo de origen romano y medieval, organizadas por pisos.

En el sótano, por ejemplo, estaban los restos de origen galo-romano; principalmente los provenientes de un yacimiento en el nacimiento del Sena, no lejos de Dijon, donde se ubicaba el santuario de la ninfa Secuana.

El santuario era un lugar de peregrinación de enfermos y, como tal, la mayoría de los restos del mismo son exvotos aportados por los peregrinos; mayormente, cabezas.

De hecho si de algo andan sobrados en el arqueológico de Dijon, por contraposición con tantos otros museos de arte romana, es de cabezas: había para dar y tomar, de todas las formas y tamaños.

Otra sala. El museo no era allá muy grande, y además cada una de las salas solo tenía piezas en la mitad. Imagino que esto es así para que la gente pueda apreciar, además de lo expuesto, la propia arquitectura de las salas; pero la verdad es que hacía un efecto bastante pobre. Otras cosas que no me gustaron: el suelo de las salas del sótano cubierto de grava de río (¿!) y los focos en el suelo que deslumbraban al querer mirar las piezas de cerca.

La primera de las salas de arte romano tenía exvotos de los que se habían curado, y esta segunda... los "exvotos" de los que no, supongo: contenía diversos monumentos funerarios, más o menos sencillos o pomposos.

Algunos tenían escenas simpáticas, como este de un peregrino y un mozo arreando dos mulas, u otros con escenas de mercados y cosas así.

Otra sala, primer piso, arte románico básicamente. De nuevo la sala medio vacía y desangelada, pero al menos sin los otros problemas de la del sótano.

Entre muchas otras esculturas provenientes de antiguos conventos e iglesias de la región, un par de tímpanos como piezas principales, muy bonitos: una Última Cena a un lado, con un Judas enanito robando el pescado...

... y un Pantocrátor al otro.

Y cabezas, por supuesto; las cabezas que no falten en el Arqueológico. No sé si es que el día me pilló algo de malas o qué, pero creo que visité el museo un poco dispuesto a que no me gustase, y a compararlo todo el tiempo con el de Orense, que recuerdo en general con bastante poco cariño porque siempre fui a visitarlo de pequeño y obligado. En una época además en la que, al no distinguir muy bien la Prehistoria que me interesaba de la arqueológica, me indignaba muchísimo que no hubiese esqueletos de dinosaurios. Lo único que se salvaba pues era una estatua de un jabalí que por allí andaba...

También el museo de Dijon tenía sus animales pétreos, además en este caso mucho menos habituales: nada más ni nada menos que un par de puercoespines, curioso emblema heráldico de Luis XII de Francia.

Y aunque por Francia adelante hay algunos puercoespines más un tanto más decentes, estos de Dijon... se daban un aire un tanto extraño, no sé yo...

Y aquí os dejo con Miguel como protagonista principal de la imagen, aunque ya lo habéis visto como espontáneo en varias de las anteriores. Miguel: compañero de un fin de semana sin grandes planes, cierto es, pero que al tener a alguien con quien comentar y reírse se disfrutan inmensamente más. Qué diferencia con antes del verano, vaya...

viernes, 27 de enero de 2017

Hoy no me ha importado madrugar

Cada vez lo tengo más claro: el viernes por la mañana es el mejor momento del fin de semana. Y, por extensión (ya que, aunque nos guste el trabajo, también nos gusta descansar), de la semana entera. Como sé que es una teoría que no suele gozar de igual aceptación entre la gente con la que lo comento, voy a intentar explicarme al gran público: ¿por qué existen las decepciones? Porque los humanos realmente somos capaces de disfrutar más de la idea de algo que va a llegar (una película, un viaje, un ligue, un helado…) que de la cosa en sí; seguro que algún filósofo o sicólogo le ha puesto nombre a esto ya… El viernes por la mañana pues, como el huerto de Fray Luis, contiene, encierra y condensa la esperanza del fin de semana que está a punto de llegar; ya sea un fin de semana lleno de planes o uno con la única idea de desconectar un poco de la rutina. Sea como fuere, los viernes me levanto siempre con muchas ganas; y seguramente sea algo más mental que real, pero siempre me parece que el día se despierta más luminoso y alegre, que la gente está más contenta y que los pájaros se dejan ver mejor. Qué ganas tengo ya de que llegue el siguiente…

martes, 24 de enero de 2017

Me rindo

Una entrada breve: este artículo me ha convencido de que seguir poniendo tilde en sólo/solo, y en los pronombres demostrativos, era solo por mi parte una resistencia numantina rayana en la cerrazón. Se acabaron pues las tildes en estas, que no en otras palabras...

lunes, 23 de enero de 2017

En la otra punta (¡Belga, hombre!, y IV)

Parte de la gracia de los países chiquitos, como Bélgica, y más si encima son planos y de carreteras rectas, está en lo rápido que llega uno de una punta a otra, de una frontera a la opuesta: habíamos iniciado el sábado junto a la frontera con Holanda, e íbamos a pasar la tarde en Nieuwpoort, al lado de Francia.

El puerto de la ciudad está construido junto a la desembocadura del Yser, y la margen derecha del estuario, ocupada en buena medida por un complejo militar, se conserva de forma bastante natural, libre de edificaciones.

Buena parte del último tramo del río trascurre encajada entre dos escolleras, que dejan al oeste la ciudad, y al este un pequeño paseo entre dunas fijas, cubiertas de vegetación, con ovejas y conejos; y la playa, ya más cerca del mar. Por detrás del la playa, el estuario se extendía en una pequeña llanura intermareal que, a resguardo de los vientos del mar abierto, formaba una zona de descanso perfecta para cormoranes grandes, gaviones atlánticos y tarros blancos.

Y cerca de nosotros, desenfocado porque no paraba quieto un momento, de un mejillón a otro, un ostrero euroasiático Haematopus ostralegus, con el alzacuellos del plumaje de invierno, aprovechaba la marea baja para llenar el buche.

La playa arenosa, como decía, separaba esta bahía interna de arriba del mar del Norte. La parte de arriba de la escollera, aprovechada en ambas márgenes para construir un paseo que terminaba adentrándose en el agua sobre un muelle, permitía tener una vista magnífica sobre el arenal...

... que, como podéis ver, estaba hasta arriba de aves en toda su longitud. Y aunque de entrada no nos pareció que hubiese nada extraño (gaviotas de varias clases, ostreros, zarapitos reales... tampoco nos paramos mucho, que el viento soplaba bastante frío), no sé lo que hubiera dado por tener de chico algo así, tan lleno de bichos, al lado de casa. La verdad es que la costa, por muy machacada que esté, es en general un paraíso para el naturalista.

Más que mirando a lo lejos, me entretuve más echando un ojo a los bichos que teníamos más a mano, como este bisbita costero Anthus petrosus, el único paseriforme europeo que pasa toda su vida en ambientes marinos, picoteando bichillos entre las rocas y en las masas de algas y otros restos que deja la marea, tanto durante la época de cría como en invierno, cuando también llega en pequeño número desde el norte hasta las costas ibéricas.

Y no encontramos más correlimos oscuros como los que apenas sí llegamos a ver por la mañana, pero sí unos cuantos (apropiadamente llamados, como veis en la foto) correlimos gordos Calidris canutus: otra especie que, aunque recuerdo que fue de las primeras limícolas que conseguí identificar con un 100% de seguridad en la playa de pequeño, con mi primera guía "seria" de aves; hacía la tira que no veía.

Un primer invierno de gaviota argéntea Larus argentatus, echando la tarde tan tranquilo sobre el paseo del muelle como si, pese a su corta edad, estuviese ya jubilada. La verdad es que debería aprovechar mejor estas visitas al norte, para familiarizarme con el plumaje de las especies de gaviota que son frecuentes aquí y escasas en España; pero al final, como a la gaviota, siempre me puede la pereza, la falta de ganas de ponerme a estudiar el fin de semana...

Un efecto curioso, que no se ve muy bien en la foto: justo al final de la escollera el Yser se vería ya en el mar del Norte, pero a ambas aguas, de distinta densidad y temperatura, les costaba bastante mezclarse; y podían distinguirse perfectamente hasta varios metros más allá de la orilla. Aparentemente, en la desembocadura del Amazonas el agua dulce continúa siendo tal hasta varias decenas de km mar adentro... me pregunto yo hasta qué punto podría ser así posible pescar especies de agua dulce en el mar.

Al otro lado de la foto de arriba, a nuestras espaldas, unos cuantos ¡portugueses! se entretenían pescando lirios, uno tras otro, usando un aparejo muy curioso que no he sido capaz de encontrar por Internet para enseñaros: una especie de ensamblado de varillas que permitía lanzar a la vez varias líneas. De todas maneras, más que los portugueses...

... me interesaron los vuelvepiedras comunes Arenaria interpres que, como suelen hacer en invierno, se comportan en las zonas habitadas costeras casi como palomas, moviéndose entre los pies de la gente a la búsqueda de miguillas, de cualquier resto que echarse al pico.

Y supongo que os habréis fijado en las fotos de arriba que, tanto el ostrero, como el vuelvepiedras o el bisbita; estaban anillados. También este otro juvenil de gaviota argéntea, cuya anilla de lectura a distancia nos permitió saber que se había pasado casi toda su corta vida en este mismo lugar, imagino que entretenido con lo que los pescadores aficionados le tirasen.

Y poco más os puedo contar ya de aquel fin de semana en Bélgica; de mis dos visitas de noviembre. Bueno es que, dos meses más tarde, he podido por fin terminar de dar salida a todas las fotos. Tocará ahora más bien volver a España: volver a salir al campo para contaros luego aquí lo que haya visto en compañía de ojos amigos, que siempre se disfruta más...

sábado, 21 de enero de 2017

Casa de citas

De @CientificoenEsp
Es curioso, lo que puede llegar a cambiar el significado de las palabras según la circunstancia orteguiana de cada uno... a mí nunca me ha pasado, pero aparentemente hay mucho colega científico por ahí al que, al decir que es "investigador", enseguida le preguntan, con bromas o con veras, si va por ahí con la lupa espiando a los infieles. Y cuando me lo contaron os prometo que realmente me costó entender el chiste, o la confusión, de tan metido que tengo en la cabeza lo que es un investigador... Lo mismo debe de pasar, seguro, con la palabra "cita": nos pasamos nosotros el día hablando de cuántas citas he tenido este año, de si tal o cual conocido tiene más o menos citas... y, escuchados desde fuera, seguro que damos para más de un malentendido gracioso...

Os cuento esto sólo para introducir que acabamos de enterarnos de que Cefe tiene una cita. Y no científica, pero tampoco amorosa. Nos contó Cefe, al principio de todo, que en el mismo avión que le trajo de Barcelona a París venía uno de sus escritores favoritos, Antonio Muñoz Molina; y que tras mucho dudar de si le saludaría o no, al final había decidido acercársele a decir hola. Y hoy, el pequeño acontecimiento de la mañana ha sido enterarnos de que existe una crónica de ese encuentro desde el punto de vista opuesto... No cuenta para el CV, está claro, pero que te cite un famoso, y más si es uno que te agrada, debe de estar bastante bien...

viernes, 20 de enero de 2017

Soft skills

Hice esta semana, por Skype, la primera entrevista* para la que me avisan de esta nueva/segunda sesión de búsqueda de postdoc. Como en las cinco o seis que hice antes de conseguir ésta de Dijon (para la que, por cierto, no hice entrevista previa), la mayor parte del tiempo la empelamos en discutir de qué iba el proyecto y qué sabía o no sabía hacer yo. Pero, en un momento dado, una de las tres personas presentes me dijo: "Y ahora vamos a evaluar un poco qué tal andas de soft skills..." y me preguntó acto seguido que "¿cómo actuarías si surge un conflicto o un desacuerdo con otro compañero de trabajo?", y "hay momentos en que el trabajo no sale como uno espera... ¿qué tal llevas lo de gestionar la frustración?". Ganas me dieron de contestarle a ambas con un "depende", que por otra parte sería la respuesta más acertada, pero salí del paso con respuestas lo más banales y "te digo lo que esperas oír" posibles... y preguntándome, por otra parte, que qué esperarían si no que contestase, a cosas tan ambiguas. Fue después, al comentarlo con Miguel y Cefe, cuando surgió la historia de un tercero, al que durante la entrevista habían preguntado historias como éstas, incluyendo la de "si de repente hay una serie de cosas que hacer antes de una fecha, y no hay tiempo para hacerlas todas, ¿qué harías?" "Empezar por las más importantes y seguir hasta que se acabase el tiempo" "Ah: priorizar. Bien, bien...". El hombre consiguió el trabajo, y algo después, hablando con uno de los entrevistadores, comentó lo mismo que estoy haciendo yo: lo absurdas que le parecían este tipo de cuestiones, tan etéreas. Y se sorprendió, como me sorprendí yo, cuando le contestaron que "No creas... a la pregunta de cómo te organizarías cuando quedan muchas cosas y poco tiempo, uno de los otros candidatos contestó sin despeinarse que tomaría pastillas para no dormir y poder así conseguir horas extra en las que trabajar...". Ya veis, se ve que estas preguntas sí van a servir para algo y todo: no para seleccionar al mejor, sino para descartar a los locos...

* El resultado de la entrevista fue negativo; tampoco fue ninguna sorpresa visto lo que pedían. Pero está bien, me gusta que haya pasado tan poco tiempo entre haber vuelto a empezar a buscar y la primera...

martes, 17 de enero de 2017

Gan-soso (¡Belga, hombre!, III)

Álex y yo dedicamos el domingo 27 de noviembre al monte, porque ya el sábado habíamos estado en la costa, en dos sitios: comenzamos la mañana visitando el parque natural del Zwin, justo al norte de Brujas y ya en el límite con Holanda.

Aparentemente, en el S. XII una tormenta considerable ensanchó el estuario del Zwin de forma notable, excavando una especie de canal que, penetrando tierra adentro, de repente dio salida al mar a la hasta el momento aislada por agua ciudad de Brujas, y contribuyendo así a su desarrollo económico. Con el devenir de los siglos el canal se fue colmatando y perdió su uso como vía de tráfico martítimo, manteniéndolo en cambio como zona de tránsito e invernada de multitud de aves acuáticas.

Durante un fin de semana anterior en que Andrea había ido a ver a Álex desde Berlín, ambos habían visitado ya la zona, y me hablaban maravillas de la cantidad de gansos que allí había. Los Países Bajos tienen justa fama como zona de invernada de varias especies de ánsares, que se juntan allí por centenas de miles; y tenía yo ganas de ver así, a mogollón, esas especies escasas que en España he visto sólo una o dos veces, como el campestre o el piquicorto, o tal vez incluso intentar tacharme el ánsar chico... Y la verdad es que, al comenzar la visita, no parecía que hubiese mucha ganso por allí; pero también es verdad que empezamos por la zona del estuario y de la playa, y no por la de praderas y agua dulce.

Y empezamos a sumar especies, las típicas del mar del Norte en invierno: archibebes comunes, vuelvepiedras, avefrías, chorlitos grises... y salimos del estuario a la playa, a probar fortuna con los escribanos nivales (que me hubieran encantado) o las alondras cornudas o pardillos piquigualdos (con los que me hubiera vuelto loco). Y ni unos ni otros, pero para compensar, sobre el pequeño muro de la imagen se alimentaban unos cuantos correlimos oscuros Calidris maritima, especie que hacía ya tres años que no veía. Poco los pude ver yo, y menos Álex, pues de la nada apareció un simpático chucho que decidió que sería muy bonito verlos volar... gente, no soltéis los perros en la playa: cada vez hay menos sitios donde las aves pueden descansar tranquilas, ahorrando las calorías que tanto cuesta ganar en invierno.

Nos dimos otro paseo largo por una zona de dunas estabilizadas, recubiertas por completo de vegetación, entre la que no faltaban muchas matas de espino de mar, una especie que me trajo recuerdos de las playas de Suecia. Estaban las dunas hasta arriba de mirlos y pinzones vulgares, pero ni rastro de alguna otra especie más escasa...

... así que fuimos derivando hacia el interior, donde nos dimos de bruces con otra "especie" norteña asociada a otra de las estancias de mi tesis: un hato de vacas escocesas, que se daban un aire a bisonte, paciendo entre los robles.

Y ¡por fin!, a medida que íbamos cerrando el círculo para volver al coche, llegamos a la zona de praderas encharcadas de la reserva, donde se supone debería estar el mogollón de gansos. A medida que nos acercábamos ya se les iba escuchando graznar, y pequeños grupos alzaban de tanto en cuanto el vuelo para ir a posarse algo más allá...

... pero me temo que, ¡ay!, me llevé una pequeña decepción, porque "pequeños grupos" es todo lo que vimos. Pequeños grupos de ánsares comunes y caretos Anser alfibrons como los de la imagen, y de barnaclas canadienses y cariblancas... bueno, menos da una piedra; y aún nos quedaba la tarde para intentar sumar más especies interesantes, algo más al oeste.

lunes, 16 de enero de 2017

"Lejos" con cuervos

Así amanecimos ayer en Dijon, con la nieve haciéndonos una visita unas horas más larga que las anteriores de la misma semana. Tuvimos un día de "lejos" de Brueghel, o de cualquier otro de esos pintores que le gustan a Ángel: cielos grises, blancos con textura, árboles sin hojas que parecen hechos de humo o de vapor... y tres o cuatro cuervos (bueno, cornejas. Y grajas) suspendidos de las nubes de tela, como los ángeles en un belén. Hasta que, naturaleza en directo, una de las cornejas descubre un azor reposando en una rama y, graznando a rebato, se une con las demás para atosigarlo y echarlo lejos, sembrando de paso el pánico entre las palomas, que ven salir de entre las ramas a la serpiente antigua, que todavía desperezándose y perseguida por cinco o seis sombras coléricas a mayores de la propia, pasa volando a apenas unos metros de mi ventana, girando la cabeza para mirarme a los ojos mientras sacudo las sábanas...

domingo, 15 de enero de 2017

Aniversario mostacero (XI)

Otro mes en Dijon, y ya van once. Un aniversario más, que me pilla refugiado en casa, escapando del frío de fuera; pensando en cuándo volverá la primavera, en el día en que las oscuras golondrinas desandarán el camino recorrido, retornando de su exilio africano. Pensando en los gatos que recorren las azoteas de Alcalá con Gran Vía, mirando desde arriba a sus tocayos. Pensando en los abuelos de los gatos que vendrán...

sábado, 14 de enero de 2017

Cadáver exquisito

Atrapado en el hielo del río al que cayó...
No es lo más frecuente que Twitter bulla con un hashtag obra de algún biólogo en acto de servicio, pues en general somos gente ocupada ("en general"...). Pero como además también somos gente ocurrente, cuando esto sucede el resultado suele ser maravilloso. Lo fue hace unos meses, cuando la etiqueta #fieldworkfail acumuló gran número de historias esperpénticas ocurridas a la gente durante el trabajo de campo, a cada cual más divertida; y está volviendo a serlo desde el pasado día 10, cuando a la voz de #bestcarcass la gente está compartiendo un montón de fotos de ¡animales muertos!, lo creáis o no, la mar de interesantes...

 Algunas simplemente ilustran escenas de la "vida" después de la muerte de lo más normales, pero el contenido y la composición de la foto hacen que, como esta imagen de un sapo muerto devorado por escarabajos acuáticos, resulten extrañamente atractivas.

 Pero muchas, a mayores, invitan a imaginarse la historia que tienen detrás. Este caribú, por ejemplo, congelado sobre sus cuatro patas después de morir y del que una serie de carnívoros desconocidos parecen haberse ido sirviendo...

 O este uapití, cuya imagen mental de sus últimos momentos no podría trasmitir mayor angustia...

 Hay una buena cantidad de imágenes bastante graciosas, como ésta de una pitón... viva. Porque el cadáver está dentro: es la mangosta que el investigador estaba estudiando, y que pudo localizar porque el collar de radioseguimiento que llevaba seguía emitiendo señales desde el vientre del reptil...

 Y, por fin, hay un montón de imágenes cautivadoramente bellas, de motivos que parecen más la obra consciente de un artista que el fruto de la pura casualidad y el devenir del tiempo sobre un cadáver. Esta araña muerta y recubierta de moho, por ejemplo, todavía colgada de su tela...

 Esta cabeza reseca de oso negro, con un espantoso aspecto de ídolo africano...

O esta bellísima imagen de un puma en la saguas someras de un lago, una Ofelia al natural, la pura imagen del descanso eterno...

Ea, ya os he dado para horas de entretenimiento. Siempre que este tipo de cosas no os revuelvan las tripas y os gusten tanto como a nosotros, claro.

viernes, 13 de enero de 2017

"Alpinismo" valón (¡Belga, hombre!, II)

A tiro de piedra de la ruta cuyo recorrido os mostré en la entrada anterior, muy cerca ya de la frontera con Alemania, había una explanada; y en medio de ella una torre con una antena de radio y una cafetería.

Y detrás de la cafetería, un pequeño montículo coronado por una torre más pequeña; de exactamente seis metros, a la que se accede por unas escaleras. Escaleras que suben exactamente a "nada", pues el montículo no tiene más ciencia ni tesoros ocultos que los que veis en la imagen.

Pero ¡que no os engañe la cara de "¿y esta mierda...?" de Álex!, pues en realidad está haciendo alpinismo de alto nivel en un lugar la mar de turístico, pese a lo desangelado que pueda parecer. Pues, señores, lo que muestro en estas fotos es la cumbre (aunque la "cumbre" sea una llanura, pero bueno...) de la montaña más alta de Bélgica, que se alza hasta alcanzar los vertiginosos 694 m snm, a seis metros apenas de cambiar de centena...

... Precisamente para eso, seguro que ahora lo habéis supuesto, sirve el montículo: para que uno pueda en territorio belga poner los pies a 700 metros de altura. Y la cabeza ya según lo alto que sea uno...