lunes, 26 de diciembre de 2016

Ex Oriente

Un poco como si viniese desde Oriente me sentía yo al llegar el sábado a mediodía a casa, trascurrido más de un día desde que salí de Dijon el viernes por la mañana (que al oriente de Orense está, en todo caso...). Tren a París a primerísima hora de entrante, observando fascinado las evoluciones de una familia especialmente gritona por el vagón adelante y las miradas de odio que les dirigía todo el mundo. Luego, dos Cercanías y un autobús a Orly; autobús cuyo retraso en salir llenó de nerviosismo a muchos que debían de ir con el tiempo más pegado al culo que yo: cada vez más gente agolpándose en la marquesina, con cada nuevo Cercanías que llegaba; moviéndose en una masa nerviosa de un autobús cerrado a otro, todos siguiendo a una, maletones en mano, al primero que parecía dirigirse hacia algún lado con aire de saber a dónde iba. Primer vuelo, París - Madrid, bastante retrasado debido a la niebla; pero que al menos no me quitó el tiempo de comerme en Barajas un bocadillo, mientras miraba a Juan Carlos Monedero dirigirse con pinta de enfadado (qué raro) hacia alguna parte. Vuelo Madrid - Santiago más tarde, aterrizando con las últimas luces del día entre eucaliptos y acacias, ¡bienvenido a Tasmania! Me los imagino así, a los tasmanos: pronunciando "ai" donde toca "ei" como los de Australia continental, pero con acento gallego... Una hora en Lavacolla viendo cómo los de la TVG grababan la llegada posterior de alguna chica a la que esperaban todos sus familiares con gorros de papá Noel ("A mellor neta do mundo", rezaba la cartulina pintada a mano) y, por fin, autobús a Lugo. Dos horas de autobús desandando el Camino de Santiago; el mismo tiempo que le había llevado al avión por la mañana llevarme de Francia a España. Al otro lado del cristal, la negrura; interrumpida sólo a trechos, cuando las tres o cuatro luces de Navidad de alguna aldea alumbraban algún alpendre de bloques de hormigón y uralita. Lugo: visita largamente pospuesta a la "nueva" casa y vida de JaviP, contratado al mismo tiempo que yo, allá por abril de 2015. Pulpo, cómo no, para alimentar al unísono cuerpo y clichés. Paseo por el casco viejo de la ciudad del Sacramento el sábado por la mañana: mucho más bonito, "compostelano", de lo que recordaba; rodeado eso sí extramuros por la bendición arquitectónica que tenemos en Galicia, no vaya a ser que nos dé un síndrome de Stendhal... Y más tarde, un tanto en la misma línea, viaje por fin a casa a través de la Ribeira Sacra: "Qué paisajes, ¿eh?" "Sí... plantaciones de pino de Monterrey y eucalipto, mimosas tapizando todos los huecos que deja el monte al arder, y abajo de todo un embalse". La desgracia de verlo todo con ojos de ecólogo...

Y Orense, eventually. Galicia puede ser muy fea. Pero, como le decía a JaviP, es como el dibujo horroroso que ha hecho tu hijo pequeño en el cole: cómo no te va a gustar...

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