viernes, 30 de diciembre de 2016

Brumas

¡Hola a todos! Ya de vuelta de Madrid: tres días de ver a muchos de vosotros (bueno, no a tantos... porque ya casi nadie entra aquí, ejem), con un ritmo de visita tan frenético que no he llegado ni a encender el ordenador. Y ni a echarlo de menos apenas, que es aún mejor. Tres días de ver gente... y también algo de bichos y campo, que ya cuando haya lugar enseñaré por aquí. De momento, quería quedarme con que han sido tres días de ver ¡el sol! Y de disfrutarlo, vaya: sol de sacarse el abrigo a mediodía, de mirar hacia arriba y ver el cielo profundamente azul, y no lechoso como en verano... o marrón, como se ve Madrid desde fuera, de hecho: toda la contaminación de estos días, que tantas noticias ha protagonizado, tiene al menos la decencia de no verse "en vertical", al mirar al cielo desde dentro de la ciudad; nada que ver con esas imágenes de Pekín que salen de vez en cuando por la tele... Ya es más de lo que puede decirse de la niebla que dejé atrás en Dijon, o de la que nos visita cada mañana y cada tarde en Orense, o de la que más me ha dolido estos días. la que me ocultó la vista por la ventana de tren, al ir el martes y al volver hoy, mis preciadas escenas castellanas que tanto me gusta comentar por aquí. Despejó sólo hoy, entre Zamora y Galicia, el tiempo suficiente como para ir contando milanos reales hasta quedarme sin dedos en las manos, y para sorprender la silueta de una única avutarda, mirando pasar el tren con gesto de asco desde lo alto de un acirate... pero poco tiempo, en cualquier caso. Ya veremos, dentro de dos meses, con qué frecuencia vuelven estos viajes a mi vida; por de pronto me temo (o no, no sé) que no me importaría que fuese alta...

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