sábado, 13 de agosto de 2016

A 30.000 pies

Sentado junto a la ventanilla, a 30.000 pies de altura y de nuevo con el cielo totalmente despejado, la sensación de estar viendo un documental se acentúa, y las notas mentales se acumulan una detrás de otra... Francia entre París y Nantes es el reino del bocage, y uno no deja de pensar en los veranos pasados, en que por estas fechas estaría encantado buscando en este tipo de paisajes capturar cuantas más currucas mejor. Al sobrevolar su desembocadura, y tras haber visto varios centenares de kilómetros de serpenteante Loira, con sus afluentes, charcas aledañas y demás, uno se fija en un par de cosas: primero en qué distinto es esta paisaje del español, sin montañas ni embalses. Y después, en que no sé por qué seguimos pintando en los mapas los ríos de azul, si salvo en algunos montes del prepirineo jamás he visto el agua dulce de ese color. Salimos al Atlántico, y al ver la interminable costa arenosa, que se extiende desde aquí hasta el Bidasoa, interrumpida sólo por los estuarios de los ríos, pienso en qué aburrido debe de ser para un niño gallego explorar estas playas, sin rocas en las que buscar anémonas, cangrejos y estrellas de mar. y pienso en la de señoras gallegas que habrán muerto extenuadas, intentando llegar a tocar las rocas del otro extremo de la playa antes de dar la vuelta...

... paréntesis (esta vez sí) azul, y tras dejar Picos de Europa más a la izquierda (¿debería hablarse también de babor en las naves aéreas?) que la vez anterior, entramos en Galicia sobrevolando la ría de Ribadeo, dejando para los que pueden asomarse a estribor las vistas de Estaca. Yo en cambio veo un Calvario tras otro, cumbres peladas sembradas de cruces de tres brazos. Y fincas de árboles en orden de batalla: los grandes verdes, los pequeños azulados, y los medianos según: ambos colores aparecen repartidos al azar, a medida que cada uno los eucaliptos alcanza la adolescencia. Aterrizamos, y al coche: en aire huele a caramelo de la garganta y al este, entre la bruma que no es tal, una naranja sanguina se va ocultando tras los montes, camino del horizonte: como cada verano, Galicia arde con alegría.

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