domingo, 19 de junio de 2016

Vecinos de calle

¿Es cosa sólo de los naturalistas, o el resto de la gente también se fija? ¿O más bien el gusto por observar la naturaleza nace con más facilidad en aquellos que, de forma natural, van por la vida mirando, y no solo "viendo"? A medida que acumulo días y rutinas, voy disfrutando del placer indefinido de la familiaridad: disfruto por ejemplo viendo que hay cada vez más gente que me suena en el tranvía por las mañanas, a pesar de que no necesariamente coincidamos a diario, ya que pasan cada cinco minutos y según el día me doy más o menos maña en salir de casa. Me gusta hacer el ejercicio de tomar consciencia de que, inconscientemente, voy ciertos coches que por algún motivo me han llamado la atención, y que suelen estar aparcados en los mismos lugares. Y llevando ya el agua a mi molino, disfruto por fin cuando termino por percibir esa cotidianeidad también en el mundo natural: por simplificarlo a un nivel de Disney, los animales también tienen sus casitas, e incluso aquellos que no defienden como propio un territorio no van vagabundeando alegremente por esos mundos de Dios, sino que llevan la misma vida rutinaria que nosotros. Evidentemente no nos es sencillo distinguir un gorrión de otro, pero haced la prueba por ejemplo con las palomas, que como las hay de muchos colores es más sencillo individualizar alguna, y veréis cómo enseguida descubrís que hay muchas que "repiten esquina" día tras día. Y luego venís y me contáis si eso, como a mí, también os hace sonreír...

PD. Este desvarío que os endiño hoy por entrada tiene un "culpable": un mirlo que canta mientras desayuno, una de cuyas estrofas suena igual que el arranque de la canción de Bola de Dragón: el verso de "Vamos con afán" (o en gallego, "Temos que buscar"), segundo 11.

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