sábado, 21 de mayo de 2016

Galicia100

Tras un viaje largo y agotador por lo mucho que cansa esperar, os escribo por fin desde Orense: 16 horas, desde que salí de mi casa en Dijon hasta que volví a limpiarme los pies en un felpudo, con tren, avión y coche de por medio. Tren que tras el trajín de los días anteriores me dejó sin novedad en el Charles de Gaulle pasadas las nueve de la mañana. Avión que nos llevó, a mí y a muchos padres y niños que habían aprovechado las Letras Galegas para ir a Eurodisney, directos de París a Santiago. Y coche por fin con mi hermana a ultimísima hora, esa hora a la que en el resto de Europa ya es de noche y en Galicia aún es de día, circulando directos hacia una luna inmensamente redonda que iba asomando entre los montes. La tarde en Santiago, inundado de sol, pude pasarla con Ángel, y visitamos la muestra Galicia 100. Obxectos para contar unha cultura: una recopilación un tanto enrevesada de todo tipo de... "manifestaciones culturales" que, presentadas por parejas o tríos, pretenden ilustrar un "concepto definitorio de Galicia". Me dejó bastante frío, por no decir más. Tuvo que ser después, de camino a Orense, cuando descubriera qué es Galicia de verdad: una sucesión de aldeas con construcciones horribles, y una sucesión de montes llenos de xestas floridas, cuyo perfume se conseguía colar a través de las ventanillas cerradas del coche. Galicia es un acto expiatorio, en el que la hierba de la cuneta redime el granito rosa de Porriño...

... y ahí queda eso. Montadme una exposición.

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