lunes, 14 de marzo de 2016

Lo mismo da un perro que un pescado...

Ha sido un fin de semana frenético de limpiar quintales de mierda, comprar, colocar y recolocar cosas… pero tanto trabajo mereció mucho la pena por el premio final: el sábado por la mañana dejé la residencia para ir a “un piso”, y esta mañana me he despertado en “mi casa”.
Encontrar alojamiento ha sido una de las cosas que más energía física y mental me ha demandado en este primer mes en Dijon, porque tenía una fecha límite: si antes del 10 de marzo no tenía alojamiento y cuenta bancaria, no podría cobrar marzo. Desde Madrid de todas maneras, el 10 de marzo parecía muy lejano, y mirando pisos por Internet parecía haber una oferta muy grande, y a precios más que razonables. Pero al llegar a Dijon la primera sorpresa fue ver que todos esos pisos… ¡estaban vacíos! Y es que según parece alquilar pisos vacíos es lo normal en Francia, pero claro, para un año que me toca estar aquí no iba a comprar todo… en fin. Para bien o para mal, el hecho de buscar un piso amueblado restringía mucho más las opciones disponibles, tanto más cuanto que la gran mayoría de los mismos los alquilan estudiantes, que lógicamente los ocuparon ya en septiembre, por lo que sólo parecían quedar en el mercado o los más asquerosos, o los más caros (ambas opciones no se excluyen mutuamente). Visto que, no me preguntéis por qué, ni uno solo de los muchos particulares con los que contacte me devolvió recado para concertar una cita, al final tuve que tirar de agencia; y después de que al querer reservar uno se lo hubieran llevado ya, me entraron las prisas y acabé quedándome con uno que no me convencía demasiado (pero ahora sí :-) ).
Primer reto, localizar un piso, superado. Pero de ahí a poder alquilarlo… para poder quedarme con el piso era imprescindible (cosas de la ley francesa) que suscribiese un seguro. Pero para poder suscribir un seguro, necesitaba tener una cuenta bancaria francesa. Pero para poder abrir una cuenta en Francia (y, por otra parte, para poder dar de alta luego la luz, el gas, el teléfono…), necesitaba primero ¡tener una dirección francesa! ¿Veis a dónde quiero llegar? Los franceses cambian en el dicho nuestra pescadilla por un perro, pero al final el proceso de morderse la cola es el mismo en todas partes. La rueda terminó por fin por romperse por el lado del seguro (aunque a costa de pagar el año de una vez, en vez de mes a mes), y a partir de ahí ya las cosas fueron relativamente bien: pude firmar el contrato de alquiler, con el que pude abrir una cuenta corriente, con lo que conseguí tener todos los papeles del contrato listos el pasado día 9, con todo un señor día de sobra sobre la fecha límite. Nah, si no sé por qué llevo un mes tan nervioso y estresado, si es que me ahogo en un vaso de agua…

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